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> De bordillo a bordillo



Has visto durante estos años a Michael Phelps demasiadas veces ganar, como para no haberte quedado con la copla. Su dieta a base de pizza y hamburguesa la sigues fielmente cada fin de semana, y era algo que ya hacías incluso antes de saber que era su dieta especial...tienes alma de campeón. Te concentras tumbado en tu toalla de Bob Esponja, mirando al cielo y escuchando como él hace, algo de música que te motive lo suficiente, como para batir un record...y no un record cualquiera, sino tu record a estilo libre...y nunca mejor dicho, libre, porque realmente eso que haces no es nadar, sino más bien salpicar y molestar tanto como puedas.

Calle número uno de la piscina pública de tu vecindario. Miras al frente y a los lados esperando buscar la mirada cómplice de otro nadador...pero solo logras ver el enorme trasero de la vecina del quinto apunto de bajar por la escalera para evitar estropear la recién permanente por la que ha pagado un ojo de la cara. Y saltas...como si no hubiera un mañana, como si saltar fuera el secreto de todo nadador, te sumerges en un escalofrío dejando atrás un sordo silbido, producido por el silbato del socorrista de turno avisándote, que no has pasado por los diez grados menos cero de la ducha, antes de zambullirte en el agua hasta los topes de cloro, para combatir el sudor, la laca Nelly y litros de aceite autobronceador con esencia de coco. 

De bordillo a bordillo, ese es tu objetivo, el objetivo por el que te has mentalizado durante el invierno. Bajar tu marca de bordillo a bordillo, lo llevas haciendo desde que tienes conciencia. Y no solo tú, sino yo y el hijo de la vecina del quinto y el socorrista y Phelps. Quien no se ha picado alguna vez con un amigo o con un hermano y ha dicho eso de, ¿un largo de bordillo a bordillo? Y que bien se siente uno, cuando nada rápido, cuando palmea el agua con todas sus fuerzas y da una buena brazada. Que buenos veranos...cuanto nos ilusiona. 

¿Por qué solo en verano? Si tanto nos gusta, porque dejar estancada esa satisfacción varada en el agua como una boya. Por qué extraño motivo, nuestras ganas de nadar se las lleva la depuradora de la piscina cuando acaba el verano, quedando apelmazada en el filtro, junto a pelos, algún pendiente desparejo, una avispa muerta y hojas encharcadas. Ese no es lugar para la ilusión. 


Nada, por lo que más quieras nada, y sigue nadando. 




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