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> 1h19'00”


En este momento mi mayor duda es si utilizar o no el neopreno. El sol está en lo alto, el agua está a 17 grados. No hay viento, así es que el tramo en bici se prevé divertido. Mi familia ha venido por primera vez a apoyarme a un evento de este tipo, y siento que debo acabarlo, que tengo que darles esa recompensa.

Es el objetivo principal: terminar.

Estamos en la zona de salida, finalmente embutido en el traje, realizando algunos ejercicios de calentamiento, y me viene a la cabeza lo que ocurría hace menos de seis semanas, un pequeño tropezón en una ruta ciclista de lo más tranquila, un vuelo no controlado y un aterrizaje forzoso que me deja un dedo partido y todo un mes por delante de completa inmovilidad. Lo primero que pensé al verme ahí sentado en mitad de la carretera, apretando los dientes sobre mi propia carne para repartir la sensación de dolor, fue que no podría competir en esta prueba. Pero estoy aquí, y aunque sé que no estoy en las mejores condiciones, quiero terminar. O eso le digo a todo el mundo. Pero internamente tengo otro objetivo, mucho más ambicioso, y es superar la marca que hizo mi compañero de fatigas, Juanma, en la edición del año anterior, 1h27'.

Suena la bocina, triatletas al agua, empieza la zona de lucha libre, quinientas personas repartiendo puñetazos y patadas a todo el que se acerque, y es imposible no acercarse. Después de 250 metros encuentras tu espacio, pero ya has tragado tanta agua salada que te cuesta encontrar un ritmo. Por suerte, en el deporte todo es constancia y fe en ti mismo, y a base de forzar la respiración, un, dos, un, dos, tu corazón acaba cediendo y modula las pulsaciones: ya estás dentro. La primera vez que visité al especialista, casi dos semanas después de la caída, me hizo una radiografía y me dijo que la cosa no avanzaba mal, pero que era impensable que en un mes estuviese participando en un triatlón, que después de quitarme la escayola necesitaría un largo proceso de rehabilitación. Ese día volví a casa dispuesto a dar de baja mi inscripción, pero por el camino Juanma me dijo que no perdía mucho por esperar. Y esperé.

Sales del agua mareado, corres por la arena y es como si pesases cien kilos más, pero escuchas que alguien grita tu nombre y sonríes. Fuera traje, cambio de ropa y en un instante estas sobre la bici deslizándote entre el resto de competidores hasta que encuentras un grupo que lleva un ritmo parecido al tuyo y hacéis piña. El asfalto pasa rápido, las piernas te pesan y el gemelo izquierdo acaba por montarse, pero sabes que hace un mes no tenías nada y ahora ya está la mitad cumplida. La otra mitad es simplemente voluntad, apretar los dientes. Sé que el dolor existe, pero sin él tampoco tendría valor enfrentarme a esto.

Disfruto la bici, es mi mejor baza, y me enfrento a lo más temido: la carrera. Tengo problemas de rodillas, y correr cinco kilómetros ya es todo un reto para mi. Arranco y recuerdo el día que me quitan la escayola, entro a la consulta, el traumatólogo tiene ya la radiografía y me pregunta qué tal. No le digo nada del triatlón, pero le digo que nervioso, porque lo peor que podría pasarme es que me diga que algo no ha ido bien y que hay que volver a escayolar. Tranquilo, hombre, esto está perfecto, puedes irte con tu mano flaca y huesuda y empezar la rehabilitación. Y de contento voy camino al trabajo escribiendo a todo el mundo: soy libre. Tengo diez días por delante para recuperar la suficiente movilidad como para nadar y sujetar un manillar. Y mientras corro me doy cuenta de que he superado todas las dificultades, y aunque mi ritmo de carrera y mi estado físico me hacen sufrir bastante, sé que cada paso me deja un poco más cerca de esa sensación única que se tiene al cruzar una meta. Y quiero sentirla. Hoy. La merezco, y la merecen todos los que durante este mes han estado dándome ánimos para soportar el forzado parón.

Ahí está, por fin, manos arriba, ya está, conseguido, y te invaden sensaciones que rozan la tristeza y la alegría, porque sabes que ha sido duro, porque sabes que podrías no haber llegado, porque sabes que lo hiciste. Todos los miedos desaparecen, y esa voz en la cabeza que desde los primeros metros te dice “uff, hoy no estas fino, no estas recuperado, este dolor no es normal, para, quédate a un lado mirando, otro día podrás hacerlo, pero hoy no estas en condiciones”, esa voz ahora está callada y te observa con respeto.

Y esa voz eres tú mismo. Tu peor enemigo y tu mejor aliado.

Tiempo final de la prueba: 1h19'00”

4 comentarios :

  1. genial!! la palabra no puedes ha desaparecido de tu diccionario hace tiempo chaval, un abrazo

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    1. Pues habrá mucho que no pueda hacer, pero desde luego mucho menos de lo que hace un año pensaba! Un abrazo! :)

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  2. Esta son las ocasiones en que se demuestra que la fuerza de voluntad esta por encima de la propia realidad. Has superado dos pruebas la del triatlon y la de tus propias limitaciones. Muy buena descripción de tu momento me has hecho sentir parte de tu éxito. Sigue asi Pedro.

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    1. Gracias :) Tienes toda la razón, aquel día llegué a dos metas, y en una no había gente aplaudiendo, pero quizá fuese la más importante. Un abrazo!

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